
Estimados co-hermanos,
El 1° de junio de este an o celebramos los 120 años del nacimiento al cielo de San Juan Bautista Scalabrini, nuestro Fundador. Es un aniversario que llena nuestros corazones de gratitud y una ocasio n para recordar la vitalidad profética de su visión y su compromiso pastoral y social, que nos invitan redescubrir las raí ces de nuestro carisma y a releerlo y ponerlo en pra ctica a la luz del presente, con un renovado compromiso especí fico, ejemplar y significativo.
Un tiempo de profecía y compromiso
San Juan Bautista Scalabrini vivio en una e poca de grandes cambios polí ticos, sociales y eclesiales: en el a mbito polí tico, las tensiones del proceso de unificacio n de Italia; en el a mbito social, los efectos socioecono micos de la revolucio n industrial y de la globalizacio n del mercado de trabajo, la cuestio n obrera y las migraciones masivas; y en el a mbito eclesial, las tensiones entre Estado e Iglesia y el nacimiento de diversos institutos misioneros.
Fue en este contexto donde su voz profética se alzó alta y clara. Vio claramente que el Evangelio debí a encarnarse en las heridas de la humanidad de su tiempo y que la Iglesia no podí a permanecer al margen: «Donde el pueblo trabaja y sufre, allí está la Iglesia».
Su voz profe tica se alzo en dia logo y sintoní a con la del Papa Leo n XIII, que en su Carta Encí clica Rerum Novarum (1891), «hito» de la Doctrina Social de la Iglesia, abordo la cuestio n social y obrera frente al auge del socialismo, del marxismo y del capitalismo industrial desenfrenado, denunciando la explotacio n de los trabajadores y subrayando la necesidad de promover la dignidad del trabajo, la justicia salarial y la relacio n entre propiedad privada y bien comu n.
La aceptacio n de la Rerum Novarum por parte de Scalabrini no fue so lo teo rica, sino que se tradujo en su valiente y concreto compromiso pastoral y social: apoyo a las sociedades de socorro mutuo, fomento las asociaciones cato licas de trabajadores y promovio una accio n educativa y formativa, capaz de devolver la dignidad a las poblaciones ma s pobres. «El problema social, antes de los libros, lo aprendí a la vista de tantas heridas y miserias sociales, sobre las que por una deuda sagrada derrame el ba lsamo de la fe y la ayuda de la caridad», escribio en 1899.
Ante el e xodo de millones de italianos obligados a emigrar a las Ame ricas, Scalabrini no permanecio indiferente. Con la misma conviccio n de la necesidad de que la Iglesia diera una respuesta concreta a los desafí os que afrontaban los emigrantes, actuó con visión de futuro y espíritu evangélico, fundando nuestra Congregacio n en 1887 y anticipa ndose a lo que el Papa Leo n XIII escribio un an o despue s en su Carta Encí clica Quam aerumnosa, en la que denunciaba los peligros morales y materiales a los que se enfrentaban los emigrantes en los paí ses de destino. Fue el primer inte rprete y realizador del mensaje del Pontí fice, traducie ndolo en acciones concretas de acompan amiento espiritual, social y polí tico en favor de los emigrantes.
Compromiso por “una paz desarmada y desarmante”
Este dia logo ideal continu a hoy con el Papa Leo n XIV, que quiso situar en el centro de su pontificado la urgencia de una “paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”. En el tiempo de Scalabrini como en al actualidad, las migraciones son provocadas por conflictos armados, procesos econo micos injustos, inestabilidad polí tica, cata strofes medioambientales y modelos de desarrollo excluyentes. No son so lo desplazamientos geogra ficos, sino vidas humanas en busca de dignidad, justicia y futuro. En este escenario, la misión scalabriniana está llamada a renovarse continuamente, permaneciendo fiel a la intuicio n del Fundador y atenta a los nuevos “signos de los tiempos”, como nos recuerdan las Reglas de Vida: “fieles a su legado y según las exigencias de las realidades contemporáneas, nos dedicamos a todos aquéllos que, a causa de las migraciones, por verdadera necesidad requieren un cuidado pastoral específico. Por lo tanto, teniendo presente la voluntad de la Iglesia, las intenciones del Fundador y las vicisitudes de nuestra Congregación, confirmamos la opción preferencial, entre los destinatarios de nuestra misión, por los migrantes que viven más agudamente el drama de la migración” (RdV 5).
Al mismo tiempo, teniendo en cuenta que el primer derecho de un migrante es poder permanecer en su patria, lo que a menudo no le garantizan las polí ticas de desarrollo, las cata strofes naturales y las guerras, tambie n estamos invitados a trabajar en los paí ses de origen de las migraciones, como nos recuerdan nuestras Reglas de Vida: “Para que la realidad de la migracio n pueda originar un enriquecimiento recí proco humano y cristiano, nuestra misio n se dirige, adema s de las comunidades de llegada, tambie n a las de partida de los migrantes” (RdV 25).
En esta perspectiva, nuestra misio n no so lo nos compromete a acoger, proteger, promover e integrar a quienes ya han emigrado, sino tambie n a dialogar y coordinarnos con los Estados, los organismos internacionales, el sector privado, los sindicatos, las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones eclesiales para garantizar una gobernanza capaz de afrontar los desafí os de la migracio n, incluyendo la convivencia pací fica y la fraternidad entre los pueblos.
Peregrinos de la esperanza
En nuestro u ltimo Capí tulo General definimos un proyecto misionero que nos invita a caminar en la caridad como “peregrinos de la esperanza”. Es una invitacio n a ponernos en camino con quienes experimentan el desarraigo, con quienes cruzan fronteras visibles e invisibles. Los migrantes, nos ha
recordado el Papa Francisco, “son maestros de esperanza”: en sus historias, en sus heridas y en su coraje resiliente encontramos la tensio n hacia una nueva vida, hacia una tierra prometida. Nosotros, como hijos espirituales de Scalabrini, queremos caminar con ellos, escuchando, compartiendo, anunciando la esperanza cristiana. Una esperanza que nace de la Cruz y florece en la Resurreccio n. Una esperanza que nos pide reconocer en cada rostro migrante el rostro mismo de Cristo. Una esperanza que, en un tiempo marcado por incertidumbres, miedos, guerras y nuevas formas de pobreza, se encarna en opciones valientes de proximidad, de escucha, de acompan amiento. En medio de los desafí os de nuestro tiempo, el Espí ritu nos llama a ser signos visibles de la ternura de Dios a lo largo de las fronteras del mundo.
Una corresponsabilidad renovada
En este aniversario, sentimos con intensidad el deseo y la responsabilidad de renovar nuestro compromiso: como misioneros, como Iglesia, como comunidad que se abre a la humanidad herida y en colaboracio n con la familia scalabriniana, consagrados y laicos, con las organizaciones eclesiales y sociales, con los gobiernos y con las organizaciones internacionales. Somos conscientes de que la gobernanza de las migraciones no puede confiarse a una sola institucio n o a un solo gobierno, sino que requiere una colaboracio n concreta y responsable entre la Iglesia, el Estado, las organizaciones sociales y las organizaciones internacionales. Scalabrini, con su obra, fue un precursor de esto: su modelo pastoral incluí a la mediacio n con los gobiernos, la concientizacio n de la sociedad y de la Iglesia de origen y de llegada de los migrantes, la presencia en los puertos de salida y de llegada, adema s de la presencia durante el viaje con capellanes a bordo, la atencio n a las comunidades de migrantes en los lugares de llegada y la creacio n de estructuras capaces de acompan ar a los migrantes, refugiados y marineros durante todo su proceso migratorio. Con fidelidad creativa al carisma y a la misio n que hemos heredado de nuestro santo Fundador, estamos llamados a renovar al mismo tiempo nuestro compromiso misionero eclesial y civil, partiendo de la idea de que la migracio n no es so lo un desafí o, sino tambie n un “signo de los tiempos” y una oportunidad para construir la fraternidad, la justicia y la paz en nuestras sociedades.
La vida de San Juan Bautista Scalabrini es un evangelio vivido, que nos sigue mostrando el camino de la justicia, de la compasio n y de la acogida, reconocido con su reciente canonizacio n. Su compromiso por aliviar las heridas materiales y espirituales de tantos hermanos y hermanas obligados a vivir lejos de su patria, por defender sus derechos, por mantener viva su fe cristiana y por sensibilizar a las comunidades a una acogida abierta y solidaria continu a hoy a trave s de nuestro compromiso misionero.
San Juan Bautista Scalabrini, profeta de la fraternidad universal, ruega por nosotros y acompan a nuestro camino de peregrinos de la esperanza.
Texto: P. Leonir Mário Chiarello, CS, Superior General de la Congregación de los Misioneros de San Carlos - Scalabrinianos.
Foto: Archivo Regional de la RNSMM.




