Nós utilizamos cookies para aprimorar e personalizar a sua experiência em nosso site. Ao continuar navegando, você concorda em contribuir para os dados estatísticos de melhoria.
“El Padrecito” de barba, amado por los niños (ES)
“Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos, y dijo: ‘En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe’” (Mt 18, 2-5).
El P. Tarcisio tenía una predilección hacia los niños. El P. Luciano Baggio escribió: “parecía que tuviera un imán especialmente con los niños y los humildes. Dejaba que los niños le tocaran la barba, le tomaran el crucifijo y él los besaba, aunque todos sucios”.
En las pocas fotografías captadas del padre Tarcisio, en varias de ellas, se lo ve en medio de los niños, en sus brazos, de manos dadas con ellos.
Nadie enseña lo que no tiene. Nadie comparte un ideal sin creer en ello. P. Tarcisio Rubin ensenaba a los niños su mirada transparente de hombre de Dios, con un lenguaje sencillo y dulce. Una de las oraciones que enseñaba siempre a los niños es ésta:
Señor, te doy las gracias,
por la luz del día,
el descanso de la noche.
Como el niño,
junto a la cama de su mamá
esta noche,
quiero descansar, sano y feliz,
seguro de estar bajo la luz
de nuestro Padre Dios,
de nuestra Madre la Virgen María.
Yo pienso con cariño
a todos los niños del mundo,
que en esta noche
no podrán dormir
por el hambre,
por el frío,
por la enfermedad,
por la guerra.
Mañana al despertarnos,
con la luz del nuevo día,
continuaremos juntos
la obra de tu Reino,
Reino de Amor, de Paz, de Felicidad.